Se rumoreaba en el pueblo que a altas
horas de la noche por el Paseo del Prado podía verse un fantasma que con un manto
blanco o amplia sábana que le cubría todo el cuerpo, inclusive la cara, remataba en hombros y cabeza con unas
luces. Aún había alguna gente
supersticiosa que creía en espíritus malignos cuyo fin era sembrar el
terror; sin embargo, había una mayoría que
tenía la convicción que no había dichos espíritus, sino que simplemente se
trataba de varones que mantenían relaciones ilícitas con alguna mujer y se
vestían con este atuendo macabro para que la gente huyera y no supieran en la
puerta que entraban e identificaran a los dos adúlteros. Aquello sucedía por
los años 20 en que mi padre gozaba de un ánimo y una salud exultantes; mientras
sus amigos chismorreaban, él decidió aclarar el misterio yéndose al referido
Paseo; efectivamente apareció a altas horas el ensabanado con sus luces tétricas; como mi
padre acelerara el paso con la intención de agarrarlo y quitarle la sábana, el
cobarde y desvergonzado amante sacó una pistola y comenzó a disparar mientras
huía.
El tragicómico caso habría terminado
aquí si no hubiera cometido mi padre el grave error que voy a contar. Este
error fue provocado por dos circunstancias:
1ª) La Guardia Civil, que había
estado inactiva mientras solo se tratara de un asunto sexual, motivado por los
disparos puso una pareja en el lugar de los hechos.
2ª) Mi padre por su juventud, tendría
sobre 20 años, persistiendo en la curiosidad y por tratarse de una noche
obscura, confundió a un guardia con el fantasma y lo echó al canal que existía
en la margen derecha del Paseo según se iba para abajo.
Otro
episodio en que intervino por su juventud y fortaleza fue el siguiente. Paseaba
con sus amigos por Los Callejones cuando oyó una voz que lo requería: “¡Primo,
que me matan¡”. Y al volver la vista se encontró sobre un árbol y pistola en
mano a su pariente Miguel Carrasco Bohórquez rodeado de arrieros armados de
estacas y navajas. Dado el riesgo de heridas o muerte de la situación, se
lanzó, rompió el cerco y quitó la pistola a su pariente, que implicaba el máximo peligro, e instantáneamente
se volvió y arrebató una faca a uno de los arrieros que huyeron despavoridos.
¿Cuál era el motivo de la reyerta? Miguel Carrasco que estudiaba Magisterio y
había hecho un curso de Esgrima desafió a los arrieros a un combate con
garrotes cuyo resultado fue un arriero inconsciente de un garrotazo que le
propinó el maestro.
Mientras que de otros sucesos que fue
protagonista no viven testigos, del de la pistola, mi hermano Ignacio pudo y yo
puedo testificar su realidad. Una vez estallada la Guerra Civil se personaron
en mi casa una partida de arrieros dirigida por uno de apellido Moreno y de
mote “El Tajaita”, hombre bajito, de espaldas anchas y bien fornido quien
exigió a mi padre la pistola del 9 corto que quitó al maestro; mi padre le dijo
que él no la conservaba y tan pronto como se marcharon, nos entregó la pistolita
que en un santiamén la pulverizamos y arrojamos al retrete.
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