jueves, 7 de mayo de 2020

FRANCISCO CABEZAS VEGAZO (III)




Se rumoreaba en el pueblo que a altas horas de la noche por el Paseo del Prado podía verse un fantasma que con un manto blanco o amplia sábana que le cubría todo el cuerpo, inclusive  la cara, remataba en hombros y cabeza con unas luces. Aún había alguna gente  supersticiosa que creía en espíritus malignos cuyo fin era sembrar el terror; sin embargo, había una mayoría  que tenía la convicción que no había dichos espíritus, sino que simplemente se trataba de varones que mantenían relaciones ilícitas con alguna mujer y se vestían con este atuendo macabro para que la gente huyera y no supieran en la puerta que entraban e identificaran a los dos adúlteros. Aquello sucedía por los años 20 en que mi padre gozaba de un ánimo y una salud exultantes; mientras sus amigos chismorreaban, él decidió aclarar el misterio yéndose al referido Paseo; efectivamente apareció a altas horas  el ensabanado con sus luces tétricas; como mi padre acelerara el paso con la intención de agarrarlo y quitarle la sábana, el cobarde y desvergonzado amante sacó una pistola y comenzó a disparar mientras huía.
El tragicómico caso habría terminado aquí si no hubiera cometido mi padre el grave error que voy a contar. Este error fue provocado por dos circunstancias:
1ª) La Guardia Civil, que había estado inactiva mientras solo se tratara de un asunto sexual, motivado por los disparos puso una pareja en el lugar de los hechos.
2ª) Mi padre por su juventud, tendría sobre 20 años, persistiendo en la curiosidad y por tratarse de una noche obscura, confundió a un guardia con el fantasma y lo echó al canal que existía en la margen derecha del Paseo según se  iba para abajo.

  Otro episodio en que intervino por su juventud y fortaleza fue el siguiente. Paseaba con sus amigos por Los Callejones cuando oyó una voz que lo requería: “¡Primo, que me matan¡”. Y al volver la vista se encontró sobre un árbol y pistola en mano a su pariente Miguel Carrasco Bohórquez rodeado de arrieros armados de estacas y navajas. Dado el riesgo de heridas o muerte de la situación, se lanzó, rompió el cerco y quitó la pistola a su pariente,  que implicaba el máximo peligro, e instantáneamente se volvió y arrebató una faca a uno de los arrieros que huyeron despavoridos. ¿Cuál era el motivo de la reyerta? Miguel Carrasco que estudiaba Magisterio y había hecho un curso de Esgrima desafió a los arrieros a un combate con garrotes cuyo resultado fue un arriero inconsciente de un garrotazo que le propinó el maestro.

Mientras que de otros sucesos que fue protagonista no viven testigos, del de la pistola, mi hermano Ignacio pudo y yo puedo testificar su realidad. Una vez estallada la Guerra Civil se personaron en mi casa una partida de arrieros dirigida por uno de apellido Moreno y de mote “El Tajaita”, hombre bajito, de espaldas anchas y bien fornido quien exigió a mi padre la pistola del 9 corto que quitó al maestro; mi padre le dijo que él no la conservaba y tan pronto como se marcharon, nos entregó la pistolita que en un santiamén la pulverizamos y arrojamos al retrete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  a mis nietos y sus amigos Debido a la frustración que constituía la normalidad de los niños que tuvieron la desgracia de llegar a la ado...