lunes, 13 de abril de 2020

            Ubrique en verde: Fuentes IV. Pozomonte


                                                         J.Z.P
Ubrique 12 de abril de 2020
         
          Como en los primeros años de la década de los 50 evolucionara el modesto negocio de artículos de piel que mantenía con mis hermanos favorablemente, pensamos independizar la fabricación de la estuchería, de la propia pequeña marroquinería de bolsillo; para desarrollar este proyecto buscamos la colaboración de un oficial competente y de acrisolada honradez que le concedimos plena  autonomía y confianza.
            La parte económica la llevaba con comedimiento y mesura pero no obstante nos sorprendió que incurriera en un descubierto de 13. 000 ptas, que aunque en el régimen autárquico que padecíamos tenía alguna consideración, no produjo ni nuestra alarma ni nuestra inquietud, pero sí moderada curiosidad  pues confiábamos plenamente en él; y en la primera oportunidad trataríamos de averiguar. He aquí su sorprendente respuesta:
            
            Un tío suyo ahora residente en Francia, en la zona de Perpignan, toda su ejemplar vida la había vivido con su mujer, con cierta austeridad pero con gran paz, en un rancho heredado de sus padres, situado en la parte Este de los Bujeos, hasta los últimos días del mes de Julio del año 36, cuando un vecino, empuñando una pistola, le amenazó obligándole a abandonar su tierra y a emigrar. El aludido tío que jamás se había ocupado de la política ni intervenido en ella, previas las demostraciones pertinentes, logró una orden del Cónsul de España en la que mandaba a la autoridad de Ubrique que se le reintegrara el aludido Rancho a su sobrino al cual le daba un poder para que pudiera cumplir la orden que precede. Erróneamente él consultó con un conocido que mal interpretó la orden y lo mandó a un abogado chanchullero que era quien le mentía y le sacaba el dinero.
            Cuando a nosotros nos mostró el documento ejecutivo o mandato, le hicimos ver que donde tenía que ir y le resolverían el caso era al Cuartel de la Guardia Civil. Sin demora habló con el Teniente quien después de estudiar el documento, le dio el siguiente ejemplo: Salió con él de su oficina cerrando la puerta y, una vez cerrada, se volvió y le dio tal “patadón” a la puerta que abrió las dos hojas;  seguidamente volvió a cerrarla y le ordenó que repitiera el número añadiendo  que “venía por la documentación entregada y por el dinero que injustamente le había sacado”. Haciendo un gran esfuerzo repitió la escena que desaprobó el Jefe por falta de contundencia. Después le dijo que tenía que repetirla en la puerta del abogado con máxima energía porque de ella dependería su éxito.
            Realizada la misión encomendada, el leguleyo no dejaba de decir: “¿Quién anda detrás de Usted?” y, por otra parte, “a su cliente habían de abonarle la cantidad de beneficios y mejoras que había hecho en la casa y en la finca”.
            Y sin más comentarios y sin devolver dineros ni papeles se dio por terminada la gestión.
            Informado el Teniente de lo sucedido, después de unos días de silencio, le citó a una hora determinada e hizo subir en el sidecar de la Guardia Civil, en aquel pequeño vehículo acondicionado solo para el conductor y una pareja, a tres personas más que figuraban comprimidas:  el usurpador, el representante del usurpado y el Teniente.
            Una vez que llegaron al Rancho, trató en vano el Teniente que le señalara el delincuente el lugar donde pudiera haber sucedido el atropello y ante su  negativa, abrevió dando lectura al mandato del Cónsul. Como el aludido usurpador expusiera su negativa aduciendo que él tenía que recibir en compensación a la multitud de mejoras que había realizado en la finca, cierta cantidad, absolutamente falsas a simple vista, el jefe citado y en esta ocasión nunca bien loado, mandó a la pareja de la  Guardia Civil que montaran sus armas; la rapidez en reaccionar positivamente el delincuente le evitó dar la orden de “Disparen”.

            Aunque el beneficiario del poder recibió el Rancho no tuvo ni los papeles ni el dinero. Ello fue debido a carecer de ánimo y recursos para reclamar y además porque el usurpador estaba vinculado con la familia Bohórquez quien se encargó de encubrir la monstruosidad que hemos relatado.



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