Vida
militar
Es la vida humana el hecho más paradójico, más
contradictorio e inverosímil, pero más glorioso de la creación; en ella nacemos
predestinados y ordenados jerárquicamente pero la jerarquía y orden, cada cual
tiene que buscarlos, porque explícitamente no nacemos con ellos asignados, e
incluso para mayor complejidad, somos libres de aceptar nuestro destino o
desertar de él, con el terrible castigo “de ser un muerto en pie” que a veces
pretende compensar, sin lograrlo, porque su voluntad de desertor es solo
destruir y odiar. (Algún condenado, consciente, disfraza su cadáver de hiper
amor al prójimo o pseudofilantropía).
Nuestro protagonista se matriculó en la Universidad para
resolver la llamada “mili”. Pensó en la denominada Instrucción Premilitar
Superior, I.P.S., que el ejército había creado, entre otras cosas, para
resolver el tiempo que los universitarios perdían, equiparados como simples
soldados y optó por aceptar esta alternativa. Entonces, en los años 40, los
soldados sin estudio habían de permanecer dos años en los Cuarteles, mientras
que en el aludido Servicio permanecían dos vacaciones estivales de tres meses
cada una. En la primera te graduaban de Sargento y en la segunda de Alférez que
ejercerías al final de la Carrera y cuyo ejercicio duraba 6 meses y era
retribuido. En un zagal, a más de la lógica, intervenía la vanidad y la
economía para tomar esta decisión.
Como
era natural, a los pocos días de estar en la Facultad y le surgieran amigos,
uno de ellos, llamado Rafael Hernández Delgado de Mendoza, le espetó:
“Mi tío, Lorenzo
Delgado de Mendoza que es Teniente y Secretario del I.P.S., me dice que tu aprobación
a la entrada en la referida organización depende del resultado de un Consejo de
Guerra que te han sometido como consecuencia de una denuncia de la Falange de
tu pueblo, donde se os acusa que tú y tu familia sois elementos subversivos, no
afectos al Régimen. El Tribunal que está designado a tal efecto lo forman:
Juez, Capitán Isidoro Moreno, Secretario de mi citado tío, y como acusador, el
alférez Gutiérrez”.
Continué aparentemente tranquilo pero por momentos iba
perdiendo la facultad de concentrarme en el estudio. Y ¿por qué no decirlo? a
veces me deprimía y recordaba casos dolorosos de mi vida: la innobleza del cura
Martos, la diatriba de mi padre con el médico…., el atropello de que fui
víctima por parte de las Juventudes Nacional Sindicalistas…Al final pensaba que
un hombre débil no debía ser ni sensible ni impulsivo ni solidario porque los
inanes no perdonan porque saben que la generosidad es camino de la excelencia a
cuya meta nunca llegarán.
Pero volvamos al Consejo de Guerra: La Guardia Civil y el
Párroco, ante las peticiones del General Jefe del Gobierno Militar de Cádiz que
se apellidaba Rodríguez Bouza, manifestaron la normalidad de la familia.
Si omitiera nuestra gratitud al sargento Ponce y al cura
Jiménez Cárdenas, nuestra conducta distaría del proceder de la gente bien
nacida.
(Capítulo aparte merecen los esbirros que después de una
Guerra Civil y su desmoralización congruente, si ya no habían nacido
desmoralizados, cuando ya no había que ejecutar asesinatos a sueldo,
prolongaban su triste oficio sirviendo a los auténticos asesinos, a los que
tiraban la piedra homicida pero escondían la mano. Estos auténticos criminales,
a su locura o vesania añadían su cobardía; compensaban su falta de poder
continuar matando con la difamación, la calumnia y las denuncias falsas. Sí,
sí, de esto seguían viviendo algún superviviente esbirro o asesino si el
recuerdo y su conciencia de los horrores que habían perpetrado no les habían
quitado la vida).
Continuemos con la pretensión infantil de ser Alférez del
Ejército Español.
Los informes favorables de las autoridades ubriqueñas
dieron lugar a un pequeño terremoto en las autoridades Civiles gaditanas. El
Gobernador Civil y Jefe provincial de F.E.T. (Falange Española Tradicionalista)
y de las JONS (Juventud Obrera Nacional Sindicalista), secundando las pérfidas
intenciones de las autoridades falangistas de mi pueblo, como siguiera
obstinándose en que yo no ingresara en el Ejército, provocó el enfrentamiento
entre Gobernadores Civiles y Militares de la Provincia que llegó a tal nivel de violencia que
determinó la destitución del Gobernador Civil. Este jerarca del Movimiento,
como tantas veces ocurre en la vida, tenía un nombre y apellido que rezumaba
eficiencia y popularidad: Ricardo Zamora.
Ubrique 11 de abril de 2020
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