Los que se
habían distinguido en acciones “meritorias” o “heroicas” durante la Guerra
Civil no vivían en paz, mientras no estaban reviviendo el pasado u obstruyendo
el natural desenvolvimiento de los enemigos que habían salvado la piel. Y
cuando no tenían otra ocupación se entretenían marcándole lo que les era
permitido hacer a los que no eran de su ideología. Aprendido de sus mayores,
los del Frente de Juventudes se dedicaban a molestar a chiquillos y
adolescentes.
En
una ocasión que un grupo de estos aprendices de fascistas molestaban a unas
adolescentes, como hubiera un muchacho que censurara su conducta, y recibiera
de respuesta un puñetazo, al replicarle con otro al agresor, éste pitó
fuertemente con un silbato a cuyo pitido acudieran 20 o 30 salvadores de la
patria que tiraron al suelo y lo patearon hasta que pudo levantarse. Comentaba después el agredido que
entre sus amigos solo acudió uno a protegerle y ampararle. Había sucedido el
atropello en la diagonal imaginaria que iba del Café de Pendón a la Posada, en
las proximidades de ésta.
Cuando
iba con su único amigo hacia su casa se interpuso en su camino un vecino
Falangista que esgrimiendo una pistola lo amenazó de muerte. Se oyó una voz
diciendo:
-“Tú matas en el paredón, pero no aquí”.
Al
llegar a su casa, al bañarse pudo comprobar que en su espalda tenía grabada las
herraduras que para su gloria y la de su patria usaban estos forjadores de la
grandeza de España.
Después
de la derrota de Hitler, Franco se apresuró a esconder todos los oropeles y
toda su verborrea pseudo-sindicalista aproximándose a la Gran Nación Americana.
Truman prefirió habérselas con un dictador apátrida. Como ya no hubiera
presupuesto para equiparar a los aprendices para que siguieran el camino del
Imperio hacia DIOS, las gloriosas juventudes, supervivientes de la bacanal
patriotera, pensaron algún día festivo mandar a la taberna de M.J.V. por una
arroba de vino peleón. Como no
pretendían pagarla y que se la apuntaran a la cuenta de Falange, el dueño le
exigió la firma y como no la obtuvieran, su entusiasmo patriotero y agresividad
se esfumaron, no sabiéndose más de ellos. Salvo la excepción protagonizada por
un tal F.B. maestro procedente del Frente de Juventudes de Cádiz, paisano del
alcalde que para proteger su economía ahorrándole el alquiler del piso, le
cedió el antiguo de las Juventudes que originalmente las denominaron “Balillas”
como las italianas del Duce y posteriormente “Flechas” para finalmente
llamarlas “Frente de Juventudes”, en
cuyo piso se guardaba el siniestro
utillaje y bisutería que requería la representación de su siniestro teatro;
como íbamos diciendo, este ejemplar profesor aprovechó su estancia gratuita
para vender las trompetas y los tambores.
De
este singular patriota se cuenta que en una ocasión que llevaba a misa a sus
alumnos los Domingos, como es natural en niños de pequeña edad que salvaban su
aburrimiento charloteando y jugando, la emprendió a bofetadas con ellos hasta que
los redujo a quietud y sollozos. La cobardía y envilecimientos eran tales que
ningún familiar fue a denunciar el caso ni al cura ni al Cuartel; solo un
hermano lo hizo y obtuvo tanto de uno como del otro la indiferencia por
respuesta; por lo visto admitían que así se lograba el “proselitismo”. Quizás
este tratamiento “cariñoso” de los niños haya determinado la irreligiosidad
actual entre otros factores.
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