Lógicamente
el médico había recibido una ofensa arbitraria y grave; y por el consabido
dicho que la respuesta a una manifestación estúpida es otra estupidez, el
médico respondió con otra calumnia:
“Tenga cuidado con su proceder porque se
comenta que eres comunista”.
El
otro conscientemente de lo que decía aseguró:
“En una Guerra Civil los combatientes de
ambos lados matan, pero su delito queda diluido o compensado por el riesgo de
ser matados; en cambio, de uno u otro bando quien mata en la retaguardia es un
asesino”.
Objetivamente
era una verdad neutra, pero en una sociedad donde uno de los bandos (el Republicano)
había estado libre de matanzas, constituía una acusación contundente para el
otro.
Inmediatamente
se movilizaron los chivatos: Un cuñado de una víctima de los fascistas se
apresuró a visitar a la familia Bohórquez que, según Fray Sebastián en su “Historia
de Ubrique”, uno de los miembros de esta familia era el responsable de
cuantas ejecuciones se habían efectuado en el pueblo. No cabe duda que el monje
estaba bien asesorado por cuanto que seguidamente ocurrió el siguiente suceso:
En la antesala del taller de un curtidor aficionado a la cacería se reunían al
atardecer cazadores y guardias civiles para tomar unas copas de mosto y charlar
de acontecimientos y novedades cinegéticas; era una reunión absolutamente
apolítica por cuanto que el dueño, un excelente empresario y técnico, solo
hablaba discretamente de su afición a la caza y las incidencias que surgían en
su ejercicio. Las iniciales de su nombre y apellidos eran J.R.G.
Lamentablemente la afirmación del fraile sería completamente verdadera por
cuanto sin pérdida de tiempo el Auditor Bohórquez se presentó en persona, sin
delegar en ninguno de sus subordinados, y dirigiéndose a los Guardias Civiles
les conminó a que abandonaran inmediatamente la reunión y en caso contrario les
quitarían la ropa o, lo que es igual, les echarían de la Guardia Civil.
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